viernes, 7 de agosto de 2009

Persiguiendo un capuchino

No os creeréis lo estúpida que puedo llegar a ser y lo que soy capaz de hacer para tomarme un capuchino. Hoy esas dos cosas se han unido con unos zapatos para matarme (sentido figurado).


Hoy no trabajo, a no ser que me necesiten. Como el martes estuve toda la noche persiguiendo a un chico de dieciséis años, Héctor me dio el viernes libre. Ayer fui a cenar con Marga, mi amiga. Me contó que tiene ganas de vacaciones para irse a Italia. Pero las últimas las desaprovechó tumbada en casa durante quince días, así que creo que Italia tendrá que esperar.


Hoy me he levantado a las doce, porque al volver ayer vi una película en la tele y después de esa otra. Eran estúpidas y ligeras, así que no me las dormí, eso sí, me tragué la publicidad (creo que ahora me apetece comprar dos botes de aceitunas al precio de uno). No he desayunado, directamente me he preparado una rica comida (de microondas) y he vuelto a sentarme ante la tele.
Mientras veía más y más anuncios he pensado: Que harás esta tarde con tu tiempo libre?
He pensado en ir a tomar un buen capuchino. Me he vestido al fin y me he puesto unos zapatos especialmente incómodos (detalle importante) pero preciosos.

He bajado las escaleras. Justo debajo de donde vivo hay una cafetería monísima en la que hacen el mejor capuchino que he probado nunca. Iba toda convencida cuando por el cristal, antes de entrar he visto a Héctor, mi jefe. Hablaba por el móvil y estaba solo seguramente esperando a que le trajeran algo. Me hubiera acercado a decirle algo si hubiera sido María, por supuesto, incluso si hubiera sido Martín, el asqueroso, pero era Héctor y Héctor me intimida. Si no hay motivo para hablar con él no hables con él. Si me hubiera acercado a decir “hola” a lo mejor se hubiera ahorrado el saludo por innecesario y me hubiera quedado en blanco.

Así que lo que he hecho es ir a otra cafetería (tonta de mí). Sabía perfectamente dónde ir. No se puede ir a cualquier sitio a tomar un capuchino, así que he andado mucho, mucho, mucho.

Cuando he llegado me dolían los pies (no he disfrutado de mi capricho) y al volver me dolían más.

Acabo de llegar a casa y me arrepiento de no haber entrado en la cafetería de abajo y haberle hecho caso omiso a Héctor.

Ojala tuviera un jefe invisible. De esos que trabajan en la planta cincuenta y seis mientras tu estas en la dos o mejor, a Charlie! De los ángeles de Charlie. O a un Héctor-Charlie.

–Coraline tienes una misión

Sonaría en ese horrible altavoz.

–Que pasa Charlie...digo Héctor, a quien tengo que patear?

Diría yo con una vocecita dulzona con mi cámara de fotos en mano dispuesta a pasar a la acción.

–Ve a hacer fotos a un hombre seboso, su mujer cree que no va al gimnasio cada día, piensa que con el dinero come más y más y más.....

Puuuufffffff (la burbuja se ha pinchado)

Si tuviera buenos casos con los que fantasear.



Siempre en tu mente
Coraline

4 comentarios:

YoMisma dijo...

En serio son ese tipo de curros?

Pensaba que iba más en plan de infidelidades y tal...

Pero me sigue apeteciendo, al menos por una temporada, un curro como el tuyo, tiene algo de glamuroso... En serio.

Saludos,
YoMisma

Coraline dijo...

Hola YoMisma, gracias por dejar el primer comentario en este blog, me gusta interactuar con la gente.

Si, va en plan de infidelidades. Normalmente es gente rica que nos pagan para una vigilancia que puede salir bien o no. Lo del gimnasio era solo el modo más deprimente que me ha venido en mente de destrozar mi propia fantasia (que le vamos a hacer).

I en lo del glamour... intento que lo sea, me lo imagino, pero es polvoriento en realidad.


Siempre en tu mente
Coraline

Inner Girl dijo...

Créeme: tener un jefe-Charlie no es positivo. Todo lo contrario. Yo tuve tres años una jefa telefónica y era lo peor... Así que aunque sea alguien que te intimide, es mejor así. :)

Coraline dijo...

Supongo... pero no me importaria que se quedara una temporada en su despacho y llamando por telefono... así hablaria algo más...